En esta sociedad occidental una de las enseñanzas más arraigadas es la productividad. Hay que ser productivo. Tienes que ser productivo. Esto es, hay que trabajar, sacrificarse. Forjarse un futuro siempre apoyado en lo económico y ya llegará la jubilación y el tiempo para descansar y disfrutar!
Este mandato a veces familiar, a veces cultural, otras social, o de religión, o en el peor de los casos todas juntas, marca una línea de carácter y comportamiento que pone de manifiesto la ansiedad que genera el “no hacer” “el perder el tiempo” sin sentir culpa o carga. Sin sentir que algo no va bien.
Este patrón heredado a base y esfuerzo de mensajes tales como: “piensa en el futuro”, “qué harás cuando seas mayor”, “tienes que asegurarte un techo propio”, así nunca serán nadie” “así nunca tendrás nada”…. Etc. Han logrado hacer mella en el ser humano. Una mella difícil de transformar pero no imposible de aprender a modificar para encontrar un equilibrio entre lo que somos y queremos ser.
Perder el tiempo está íntimamente ligado a la vagancia, a la no productividad, al no valer, al no ser y hacer nada. Bien. Visto desde el punto de vista de la sociedad occidental, sí, es así. Pero que sucede si dejamos de escuchar éste mandato y nos centramos individualmente en lo que necesitamos y deseamos? Posiblemente entremos en depresión, agobio, angustia, ansiedad, estrés…. Etc.
Aprender a perder el tiempo es aprender a vivir y estar concientes y responsables del presente. De la necesidad y deseo del momento, del aquí y ahora. Tendemos a estar constantemente pensando y sintiendo sobre el recuerdo de lo pasado o sobre lo desconocido del futuro.
Perder el tiempo es estar con lo que hay. En el momento presente. Disfrutando del no hacer sin más. Sin la carga del “tengo que” o “debería que”. En el tener y deber hay obligación. La pregunta que me viene es si te apetece tener o deber hacer algo. Si es que sí, desde la conciencia y responsabilidad, adelante. Está bien! Y si es que no, aprender a escucharte y a dar espacio a ese no querer hacer!
Te propongo un ejercicio simple, sencillo y a la vez contundente. Coge algún momento del día, sugiero que sea cuando no estás ocupado en otras actividades. Puede ser caminando por la calle, de camino al trabajo, al metro, o en casa. Y parte tu cuerpo en dos. El lado derecho será el futuro y el izquierdo el pasado. Y tómate un tiempo para conectar contigo. Cuando te des cuenta que estas pensando o planeando en el futuro chasquea tus dedos de la mano derecha y cuando te des cuenta que estas recordando o escrutando en el pasado chasquea tus dedos de la mano izquierda.
Para esto se requiere conciencia, prestarte atención, estar en el momento presente. Observarte, contemplarte. Ya me contarás cómo te ha ido. Ya me contarás cuánto tiempo dedicas de tu día estando en el futuro o en el pasado. En el debo y tengo que hacer o en el tendría o debía haber hecho tal cosa. Y a partir de ahí, deseo que puedas tomar conciencia de cuánto tiempo le dedicas a estar en el presente. Con lo que hay de real. El pasado no lo podemos cambiar y el futuro no lo conocemos. Con lo cual, te propongo el presente!!!, Que es desde el único lugar donde puedes reconocer realmente cómo quieres vivir tu tiempo!
Este mandato a veces familiar, a veces cultural, otras social, o de religión, o en el peor de los casos todas juntas, marca una línea de carácter y comportamiento que pone de manifiesto la ansiedad que genera el “no hacer” “el perder el tiempo” sin sentir culpa o carga. Sin sentir que algo no va bien.
Este patrón heredado a base y esfuerzo de mensajes tales como: “piensa en el futuro”, “qué harás cuando seas mayor”, “tienes que asegurarte un techo propio”, así nunca serán nadie” “así nunca tendrás nada”…. Etc. Han logrado hacer mella en el ser humano. Una mella difícil de transformar pero no imposible de aprender a modificar para encontrar un equilibrio entre lo que somos y queremos ser.
Perder el tiempo está íntimamente ligado a la vagancia, a la no productividad, al no valer, al no ser y hacer nada. Bien. Visto desde el punto de vista de la sociedad occidental, sí, es así. Pero que sucede si dejamos de escuchar éste mandato y nos centramos individualmente en lo que necesitamos y deseamos? Posiblemente entremos en depresión, agobio, angustia, ansiedad, estrés…. Etc.
Aprender a perder el tiempo es aprender a vivir y estar concientes y responsables del presente. De la necesidad y deseo del momento, del aquí y ahora. Tendemos a estar constantemente pensando y sintiendo sobre el recuerdo de lo pasado o sobre lo desconocido del futuro.
Perder el tiempo es estar con lo que hay. En el momento presente. Disfrutando del no hacer sin más. Sin la carga del “tengo que” o “debería que”. En el tener y deber hay obligación. La pregunta que me viene es si te apetece tener o deber hacer algo. Si es que sí, desde la conciencia y responsabilidad, adelante. Está bien! Y si es que no, aprender a escucharte y a dar espacio a ese no querer hacer!
Te propongo un ejercicio simple, sencillo y a la vez contundente. Coge algún momento del día, sugiero que sea cuando no estás ocupado en otras actividades. Puede ser caminando por la calle, de camino al trabajo, al metro, o en casa. Y parte tu cuerpo en dos. El lado derecho será el futuro y el izquierdo el pasado. Y tómate un tiempo para conectar contigo. Cuando te des cuenta que estas pensando o planeando en el futuro chasquea tus dedos de la mano derecha y cuando te des cuenta que estas recordando o escrutando en el pasado chasquea tus dedos de la mano izquierda.
Para esto se requiere conciencia, prestarte atención, estar en el momento presente. Observarte, contemplarte. Ya me contarás cómo te ha ido. Ya me contarás cuánto tiempo dedicas de tu día estando en el futuro o en el pasado. En el debo y tengo que hacer o en el tendría o debía haber hecho tal cosa. Y a partir de ahí, deseo que puedas tomar conciencia de cuánto tiempo le dedicas a estar en el presente. Con lo que hay de real. El pasado no lo podemos cambiar y el futuro no lo conocemos. Con lo cual, te propongo el presente!!!, Que es desde el único lugar donde puedes reconocer realmente cómo quieres vivir tu tiempo!